martes, 22 de octubre de 2019

A Alcubilla de Avellaneda

20 de octubre de 2019

“¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado,
la nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio,
próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama,
siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave”

(Walt Whitman).

Quien se haya acercado a este extraordinario poeta o haya degustado la no menos extraordinaria película “El club de los poetas muertos”, recordará sin duda estos versos.

La medicina, el derecho, los negocios y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para la vida. Pero la poesía, la belleza, el senderismo, el romanticismo, el amor… son las cosas que nos mantienen vivos 1

Como vivos nos mantiene hoy nuestro capitán, quien antes de empezar nos comunica que su rodilla tiene ya que pasar por “boxes”, obligándonos a salvar el escollo de caminar hoy sin él. Será distinto. Se nos hará raro no ver en cabeza a Ana y Vidal tirando de la tropa sanbur, aunque una vez más sanburearemos con ellos.

Son las 8 de la mañana cuando viene el autobús desde El Burgo con los primeros miembros de la expedición. Con la duda de última hora en cuanto a la asistencia o no de Charlie y Acacio, y tras unos minutos de cortesía, nos vemos obligados a partir hacia el destino de este día otoñal, que amenaza lluvia, aunque Elvira asegura que no nos mojaremos.

Llegamos Alcubilla donde nuestros anfitriones, Marcos y Petra, se muestran deseosos de llevar a cabo su plan, que no es otro que hacernos atractivos los parajes de su infancia. Pero antes de empezar nos abren su casa para dejar allí los bártulos que hayamos podido traer en previsión de males mayores durante la jornada: ropa y calzado de recambio.

Esperamos también a dos nuevos andarines sorianos que han decidido unirse a nuestro grupo y que vienen directamente desde Soria. Con ellos somos 27 los valerosos caminantes que nos hemos dado cita en estos confines de la provincia de Soria.

Alcubilla, que dispone de más terreno de monte que de labor, situado a la margen derecha del río Pilde, está rodeada por pueblos cuya etimología es por sí sola evocadora: Hinojar del Rey, Quintanilla de Nuño Pedro, Zayas de Báscones, Zayuelas, Zayas de Torre, Alcoba de la Torre,… ¿Cómo dudar de su pasado romano, árabe y medieval?

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Pongámonos en marcha. Marcos, antes de nada, quiere que subamos al mirador de “Cierra la Cuesta” para que nos hagamos una idea del pueblo y de sus alrededores desde esta perspectiva privilegiada, donde el horizonte castellano se nos ofrece inmenso, con sus campos de cereal y sus viñas.

Allí aprendemos que a Alcubilla se le conoció como el pueblo de las cien fuentes, de las que actualmente todavía quedan 18 activas.

A continuación, seguimos por el monte de encinas y sabinas, que provoca, otra vez más, la eterna disquisición entre enebros y sabinas; y es que el Junniperus Communis no pierde ocasión de engendrar los más variados comentarios y razonamientos. Los más sesudos tratan de interpretar las distintas subespecies y variedades del juniperus, dando categoría científica a jabinos, sabinos, enebros… hasta los más pragmáticos que nos hablan de las hojas que, como los pimientos de Padrón (unos pican y otros no), éstas unas pinchan y otras no, pasando por las bayas de las que se obtiene la ginebra. Incluso haberlos haylos que afirman, muy de veras, que no hay nada más resistente en este mundo a los envites de la vida que un enebro de pie y una mujer de culo.

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En estas andábamos, cuando nos encontramos con una curiosa calera en muy buen estado de conservación. Se trata de un pozo, a modo de horno, en el monte, en el que, hasta el siglo pasado, se introducía madera para hacer fuego y generar así, de la calcinación de la piedra caliza del propio terreno, el óxido de cal con el que adecentar las fachadas de las casas y corrales.

Tras las fotos de rigor proseguimos por el camino hacia Hinojar. Enseguida nos encontramos con un paraje idílico. Nos cuenta Marcos que también ha habido quien ha cambiado la iglesia por este descampado para casarse al amparo de la naturaleza más elemental.

Hay que acelerar la marcha porque el día se nos está yendo de las manos. Entre que no tenemos al Capitán, que Marcos se encuentra hoy en sus dominios como pez en el agua, y que la lluvia no hace acto de presencia, el relajo empieza a ser exagerado. Se impone dar un apretón y, eso sí, en animada charla, tratar de avanzar en nuestro rodeo a Alcubilla.

Dejamos pues a la izquierda la mojonera con Hinojar, que es tanto como decir, con la provincia de Burgos, y seguimos, ahora sí, hasta que la gusa hace acto de aparición. No llevamos todavía ni la mitad de la ruta, pero los cuerpos piden sustento, y es nuestra obligación tratar de proporcionárselo. Obligación que cumplimos generosos con las viandas y los caldos.

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Tras el refrigerio reemprendemos el recorrido hacia las encinas milenarias de Alcubilla, donde, una vez más, Marcos nos ilustra acerca del crimen medioambiental cometido durante la concentración parcelaria, donde no sólo borraron del mapa las encinas que molestaban el cultivo de las tierras, sino que además provocaron la desaparición de márgenes, ribazos y cirates, con lo que, de rebote, se cargaron buena parte de la flora y fauna del lugar. Todo fuese con el noble objetivo de la mejora del rendimiento de las explotaciones agrícolas.

A partir de aquí, y después de realizar una foto de familia a modo de homenaje a las encinas, nuestro guía de hoy decide que hay que atrochar en el trayecto que nos lleva a la calzada romana; siguiente y último hito de la excursión de hoy. No en vano Alcubilla se encuentra en el camino de Clunia a Uxama.

Sin embargo, en este tramo y casi al final del día nos sorprende una testimonial lluvia que hace que aceleremos para ver los restos de un miliario romano, que nos deja una sensación agridulce. Estamos seguros que la importancia romana del lugar merecería mayor consideración. Seguro que musulmanes y cristianos posteriores, en su constante trajinar por los alrededores, se aprovecharon más que nosotros de las infraestructuras romanas de Alcubilla.

Desde aquí ya nos dirigimos al cierre de la etapa. No sin antes divisar las viñas que, este año 2019, han hecho del Legaris de 2015, el mejor tinto español, el mejor tinto de la Ribera del Duero, en el prestigioso International Wine Challenge. ¡Habrá que probarlo si el bolsillo nos lo permite!

Junto a las viñas, la ermita del Cristo del Campillo, que como en algunos edificios sanestebeños, incluye entre sus muros, piedras, seguramente estelas funerarias, de origen romano del siglo I a. d C.

Alcanzamos la meta pues tras 19km y 288m de desnivel, con la miel en los labios, para disfrutar el edificio más emblemático de Alcubilla: El palacio de los Avellaneda, que da apellido al pueblo. Allí hemos apalabrado la comida a Jaime, el restaurador de El Quintanarejo que ampliando su emporio se vino el pasado julio hasta estos nobles y aristocráticos lares.

Construido en el siglo XVI por Lope de Avellaneda, el palacio, hermano menor del que existe en Peñaranda de Duero, pasó a sus descendientes, para finalmente acabar en poder del marqués de Torreblanca y la marquesa de Tavira antes de pasar a manos de los vecinos en 1928, quienes finalmente lo cedieron al ayuntamiento.

Recientemente restaurado, después de servir como aposento a la guardia civil, y tras varios intentos de recuperación, el inmueble se ha transformado en un acogedor restaurante con encanto, en el que rematar días como hoy. Así que si decides visitar la recomendable y cercana Clunia, incluso el bonito pueblo de Peñaranda, no te equivocarás si acabas la jornada degustando alguno de los platos de este tranquilo y entrañable Palacio de los Avellaneda.

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Tras las cervezas de rigor y para unirse a la comida SanBur, aparece Vidal, con sus muletas, acompañado, ¡cómo no! por Ana. Han venido con María, quien les ha recogido en San Esteban, ya que no han querido perderse este distendido rato de convivencia sanbur.

La buena comida se remata, una vez más, con unas partidas de cartas a la espera de la llegada del autobús que nos devuelva a nuestro pueblo.

Gracias a Marcos y Petra, y a los restauradores del Palacio, por habernos regalado otro día más para la memoria SanBur.

“¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado,
la nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio,
próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama,
siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave”

Como has comprobado, capitán, la nave SanBur, espera ansiosa tu regreso. Que los días de obligado reposo en el dique seco te sean leves!

Eduardo Bas.
20Oct2019

1 Lo del senderismo, evidentemente, es una licencia que me he permitido.

lunes, 7 de octubre de 2019

De San Pedro Manrique a Yanguas

5 de octubre de 2019

“El sentido de vivir.
¿Cuántas veces he dicho –y lo han repetido algunos de mis personajes- que la única obra de arte que quiero dejar firmada es mi propia vida?
¿Y cuántas veces he deducido que, en consecuencia, “¿cómo vivir?” es la única pregunta para la que quiero tener permanentemente respuesta?
La existencia., el valor radical”

(Avelino Hernández).

Volvemos hoy a las Highlands sorianas para recorrer otra etapa más del GR 86, y esta vez lo haremos desde la capital de las Tierras Altas sorianas: San Pedro Manrique.

Catorce correligionarios, algunos apuntados en el último minuto por haber adelantado o pospuesto las tareas de la vendimia, nos subimos al autobús en el frontón; aunque como novedad hoy lo hacemos con una sensación lúgubre y tenebrosa, ya que una avería en la red eléctrica ha dejado medio pueblo en la más absoluta oscuridad.

Incorporamos a otros cuatro miembros de la expedición en El Burgo y continuamos hacía Soria. Venimos de unos días de temperaturas veraniegas que, según todos los pronósticos, van a seguir acompañándonos en la jornada de hoy. Sin embargo, al llegar a la capital nos encontramos con unos bancos de niebla cerrada que, tras recoger a los tres últimos cofrades, no nos abandonan ya hasta San Pedro Manrique.

Así que rodeados de una intensa niebla iniciamos la caminata desde la plaza de San Pedro. El primer hito es la Virgen de la Peña, ese lugar mágico, donde cada 23 de junio se contempla cómo los hijos de San Pedro atraviesan descalzos una alfombra de brasas de roble, solos o con alguien a cuestas, mientras la ceremonia es presidida por tres doncellas de la localidad, vestidas de blanco y con unos extraños cestos en la cabeza con flores de pan y unas varillas de harina: las Móndidas.

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Extraño y curioso rito de origen desconocido, que bien pudiera ser celtibérico, y sobre el que se ha escrito y se sigue escribiendo largo y tendido, y que invita a cuestionarse las misteriosas costumbres del ser humano en este rincón soriano.

Desde aquí en constante e inmisericorde subida, ganamos altura hasta que por fin dejamos la niebla por debajo. Niebla que parece haberse pegado al valle sin intención de soltarse. La estampa de un mar de nubes a nuestros pies mientras se empieza a contemplar el horizonte, iluminado con las primeras luces del día, es, sencillamente, espectacular.

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Y enseguida llegamos a Taniñe, y en acertada decisión nos disponemos a pasearlo.

Uno no puede evitar recordar a su amigo Avelino Hernández y su obra “La Sierra del Alba” que se le viene irremediablemente a la cabeza:

El alcalde de San Pedro Manrique recibió en su despacho a Karl Adhel a las once de la mañana del 25 de junio, pasadas las fiestas.
El alcalde de San Pedro Manrique le dijo:
- A su entera disposición, profesor, para lo que tenga a bien preguntarme y yo sepa contestar.
Esto fue lo que Karl Adhel preguntó al alcalde de San Pedro Manrique; y lo que el alcalde le supo contestar.
- ¿Siempre fue San Pedro Manrique centro principal de la Sierra del Alba?
- ¡Y lo sigue siendo!
- ¿qué habitantes tiene?
- Puede que llegue a cuatrocientos
- ¿Y cuántos tuvo?
- Censos ha habido en que arrojó más de mil
- ¿qué ha pasado?
- … ¡los tiempos!
- ¿conoce bien la Sierra?
- Palmo a palmo; de niño fui zagal.
- Quiero preguntarle por cincuenta pueblos
- Mande usted, que se le contestará conforme.
- Quisiera que me informara de cuánta gente vive en ellos.
- Vayamos adelante.
- El Espino
- Un pastor vive todavía en El Espino.
- La Losilla
- Tres familias; los matrimonios solos.
- Pobar
- Dos familias; los matrimonios. Le quiero aclarar, profesor, para no serle pesado repitiendo, que en la Sierra no queda infancia ni juventud por debajo de los cuarenta.
- Cerbón
- Nadie vive en Cerbón.
- Valdelavilla
- Nadie vive en Valdelavilla.
- Torretarrancho
- Nadie. Está perdido sin remisión.
- Las Fuesas
- Dos familias.
- Castillejo de San Pedro.
- Una viuda y su hijo soltero. Suman ciento treinta años entre los dos.
- El Vallejo
- Nadie.
- Valdenegrillos
- Un vecino.
- Matasejún
- Cual que diez.
- Sarnago
- Nadie.
- Fuentebella.
- Nada. Muerto.
- Acrijos
- Muerto también. Y Vea. Y Villarijo. Y Armejún. Y Valdemoro. Muertos sin salvación ya todos.
- Buimanco
- Nadie vive en Buimanco.
- Taniñe
- Nadie.
- La Cuesta
- Muerto también. Perdido.
- Aldealcardo
- Un vecino queda en Aldealcardo.
- Villaseca Bajera
- Cerrado del todo.
- Vilaseca Somera
- Una viuda y su hijo. Hacen medio vecino.
- Palacio
- Un padre y una hija; que es maestra, pero para nada.
- Navabellida
- Dos familias.
- Montaves
- Tres.
- El Collado
- Un vecino queda.
- Lería
- Nadie.
- La Mata
- Nadie.
- La Vega
- Muerto también.
¡Todos están cerrados! ¡Sin remedio! ¡Todos! ¡¡Todo muerto!!¡¡Muerto!!
Siga, siga usted profesor. Y perdone… siga.
- Camporredondo
- Nadie queda.
- Diustes
- Uno.
- Velosillo
- Nada.
- Villar de Maya
- Dos hermanos solteros.
- Verguizas
- Dos familias en verano. El resto del año les quitamos la luz. Total, ¿para qué?.
- Valdehuérteles
- Un vecino.
- Ledrado
- Un vecino.
- Santa Cecilia
- Muerto.
- Bretún
- Muerto también.
- Vizmanos
- Muerto.
¡Muerto!
¡Está todo muerto! Toda la Sierra
¡¡Muerta!!
Y rompió a llorar –¿de tristeza?, ¿de añoranza?, ¿de rabia? - aquel hombre tan entero.
- Discúlpeme… discúlpeme, profesor, discúlpeme… no puedo proseguir… ¡Usted me comprenda!...

Esto es lo que nos dejó dicho Avelino hace 30 años; mucho antes de que surgiese el movimiento actual de la España vaciada.

Afortunadamente no sabemos si por la influencia de la obra de Avelino, que sin duda la tuvo, o por otros méritos, pero hoy nos conmueve gratamente la rehabilitación de bastantes casas de Taniñe –inicialmente objeto de la pionera experiencia de un centro de desintoxicación de drogadictos-, incluso el establecimiento de una Casa Rural.

Pero dejamos la añoranza para retomar el camino, y enseguida vemos cómo Taniñe se empeña en ese otro proyecto consistente en la recuperación de la vaca serrana negra soriana.

El camino hacia nuestro destino de hoy nos hace recorrer un tramo por la carretera donde nos sorprenden dos inesperadas visitas burgenses: Eduardo, un guardia civil, antiguo sanbur, que andaba tras los rumanos que andan esquilmando el monte de setas, y un cura, Antonio –Toño- Arroyo, quien seguramente, tras sus 35 años por la Sierra del Alba, es el único no sampedrano al que se le ha permitido realizar el paso del Fuego.

A partir de aquí nos dirigimos, con el sol ya calentando, hacia Villar del Río, no sin antes, a mitad de camino, hacer la consabida parada del almuerzo. Buscamos acomodo a la sombra del pinar que vamos rodeando, y salen en procesión caldos y viandas. El día invita al relajo y la conversación, por lo que se extiende hasta que nuestro capitán manda reanudar la marcha.

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Tras un primer reagrupamiento intentamos hacer una segunda reunión a la entrada de Villar del Río pero… tres socios no aparecen… Esperamos un buen rato antes de entrar en Villar hasta que… conseguimos localizarles: se habían adelantado, atrochando, y estaban tan tranquilitos, amorrados a una lata de cerveza, en el puente de Villar del Río. Amonestación.

Continuamos la marcha, paralelos al cauce seco del río Cidacos, hasta alcanzar las primeras casas de nuestro destino: Yanguas.

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Estamos ya en el punto más al norte de la provincia de Soria, casi en La Rioja, lugar prerromano, del que saldrían arrieros de prestigio… y si no que se lo pregunten a Don Quijote:

Capítulo XV
Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses
Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que así como don Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero se entraron por el mesmo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela; y, habiendo andado más de dos horas por él, buscándola por todas partes, sin poder hallarla, vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco; tanto, que convidó, y forzó, a pasar allí las horas de la siesta, que rigurosamente comenzaba ya a entrar. Apeáronse don Quijote y Sancho, dejando al jumento y a Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco a las alforjas, y, sin ceremonia alguna, en buena paz y compañía, amo y mozo comieron lo que en ellas hallaron.
No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso, que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó, pues, la suerte, y el diablo (que no todas veces duerme), que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos harrieros yangüeses, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua, y aquel donde acertó a hallarse don Quijote era muy a propósito de los yangüeses….

Alcanzado el objetivo de la jornada tras poco más de 20 km. de alegre y desenfadada marcha: algunos se lanzan a retozar en el río, otros tienen el dudoso gusto de conocer las ortigas del Cidacos, y los más van acudiendo al bar del pueblo a por esa cerveza reparadora, tras la cual nos espera el generoso cocido que nos han preparado en el restaurante Los Cerezos.

Como no puede ser de otro modo el puchero da pie a un animado palique, en el que Acacio saca a relucir el extraordinario Museo fundación que hay en Bretún, lo que da fundamento a recomendar no sólo una visita a Bretún y su museo, sino a complementarlo con la lectura del libro “Las buenas y las malas noches de Vicente Marin”, en el que se puede descubrir a este curioso personaje soriano y singular de la mano de su autor, Javier Narbaiza, que nos lo introduce de esta manera:

Mientras desde su ventanal de Bretún escruta los atardeceres sosegados de otoño, Vicente Marín hace recuento de años y travesías, vicios y oficios, y sin contención ni excesivo pudor desgrana diversos capítulos en los que nos muestra su decantación sexual de amplio espectro, su perfil de pícaro lúcido y picaflor impenitente en el que se avienen múltiples registros desde la etapa en la que quiso verse como obispo elegante, después mayordomo de nobles casas, camarero de coctelería fina en Mallorca y Londres, gestor hotelero de éxito, y hoy, habida cuenta del roce con tantos personajes glamurosos y buenas maneras aprendidas, viene a ejercer de apócrifo marqués de las Tierras Altas de Soria.

El refrigerio acaba con alguna que otra partida de mus salpimentada con algún paseo por el pueblo de Yanguas antes de tener que recogernos en el autobús que nos devolverá al origen.

Otro día para el recuerdo que nos deja estampas imborrables de la Sierra del Alba.

Eduardo Bas.
05Oct2019

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Datos de la ruta:

  • Tramo del G.R.86 desde San Pedro Manrique hasta Yanguas, 20,6km.
  • Participantes: 21 sanbures andarines.
  • Hora de salida, 8:45h, hora de llegada 14:50h.
  • Altitud máxima/mínima: 1362m (Alto de La Mata)/955m (Yanguas).