“Camina lento, no te apresures, que el único lugar a donde tienes que llegar es a ti mismo”-Ortega y Gasset
Se empeñan mis colegas en titular “Tras las huellas del Cid” a esta excursión.
Pero es que volvemos otra vez a la Atalaya. Y aunque sean terrenos pisados por Rodrigo Díaz, son senderos mucho más propios de Al- Mansur, de Galib, de Fernán González, de los repobladores del valle del Duero, de…
Tras las huellas del Cid?.
No!, no me queda más remedio que volver también a repetir que mucho antes de que del Cid, y con mucho más derecho, estas sendas por la que circularemos hoy son y serán del gran Almanzor, del gran Abu Amir Muhammad ibn Abi Amir al-Mansur (c.938-1002). Si exceptuamos, quizá, al general Galib –de origen eslavo- y a su coetáneo Fernán González, no ha habido nadie por aquí, ni siquiera el Cid, a quien corresponda más el recuerdo para subir a la atalaya con un cierto sentido de justicia histórica. Un recuerdo emocionado.
Y es que el gran Almanzor, al Mansur, el Victorioso, lo fue porque no conoció la derrota en ninguna de sus 56 campañas contra los cristianos. Y si no que se lo pregunten a Ramiro III de León, García Fernández de Castilla o a Sancho II de Navarra, a quienes venció una y otra vez en Gormaz, en Langa… Salamanca, Rueda, Barcelona, Coimbra, León, Zamora, Osma, Astorga… hasta se llevó las campanas de la catedral de Santiago de Compostela y las puertas de la ciudad.
Y tenemos que saber que las 8 primeras aceifas las hizo con su suegro Galib (977-979), aunque a San Esteban no le tocó hasta las nº 39 y 40, pues sin poder tomar nuestro pueblo en la campaña 39 del año 993, lo consiguió sin paliativos en la siguiente de 994.
La lucha entonces, su lucha, era la guerra santa, la yihad, pero al-Mansur superó la religión y se convirtió en un excelente político y estratega militar. Cuánto bien nos haría algún al-Mansur del siglo XXI para repoblar estas tierras!!
A su lado, el Cid (c.1048-1099), que no conoció a al_Mansur pero sí la atalaya de los tiempos de Almanzor mucho después, ya construida y sin ningún aporte por su parte, se me antoja un simple mercenario, de mayor o menor valor, pero al que hubo que encumbrar años más tarde, por no tener otro del que echar mano, de forma que los cristianos pudiesen deformar y hacer olvidar la figura del gran al-Mansur.
Mirad lo que me dice mi amigo Alberto Manrique que le susurra el al-Mansur moribundo, camino de Madinah Salim (Medinaceli):
Tomé Osma por estas mismas fechas, quedó atrás como un tizón humeante, y el peñasco de Alcubilla un poco después, vendimiaron su propia sangre y así, sin otras necesidades, nos hicimos cargo de su vino (un poquito ácido para mi gusto). “Con ejércitos que refuerzan la religión, los últimos vestigios de herejía se han disipado. Abandonando sus territorios que semejaban vastos claros aterradores o ruinas interminables” (Ibn Darray). No se trataba de una aceifa expeditiva, sólo de una algara de al-Mansur, lo suficiente para que a los de San Esteban empezara a hormiguearles el estómago, a temer por su vino (por su sangre no, que son muy valientes). En esa plaza en la que tanto clérigo de mesa y olla se dedica a la cría de la cerda, andan todos bien leídos del Corán: “Obtenéis bebidas fermentadas y un buen alimento de los frutos de la palmera y de las vides. En eso hay una aleluya para unas gentes que razonan”. “Hemos bebido vino en honor del Amado y ese vino nos ha embriagado antes de que la vid fuera creada. Nuestro vaso era la luna llena; el vino era el sol al que servía en ruedo un muchacho como el creciente. Cuando se agita ¡cuántas estrellas lucen!” (poeta Ibn al-Farid) Tan bondadosos hospedadores, tan gentiles protectores que mezclan los excelsos caldos con la carne más repugnante del mundo, traicionaron a mi hijo sin pensárselo dos veces y me lo entregaron para morir justamente sin dilaciones en la misma ribera de este puto río Duero. “Y has abandonado San Esteban bien arrasada por tus espadas Lo has destruido en un momento y desde entonces tu gloria grande está asegurada para siempre. Y has dejado a García aterrado en pleno desierto saboreando el fruto de la traición” (Ibn Darray)
Conviene recordar que un 8 de Septiembre (curiosa fecha para los sanestebeños) fue cuando García Fernández entregó al traidor Abd Allah a su padre.
¿Acaso hizo el Cid esta atalaya que hoy visitamos? ¿Acaso la muralla de tapial, la mayor de las joyas que aún disfruta San Esteban, fue obra de las huestes de don Rodrigo? En la Real Academia de la historia aún reposa el almaizar que nos regalase Al-Mansur (o alguno de sus descendientes) por haberle entregado a su hijo traidor. ¿qué legó el Campeador a San Esteban para su recuerdo?
Definitivamente hoy es día para dedicárselo al-Mansur, no al Cid, que bien poco hizo en San Esteban, salvo hacerlo aparecer en el Poema.
Así que recordemos a Almanzor pues
Sus hazañas te enseñarán sobre él, como si lo vieras con tus propios ojos. Por Dios que jamás volverá a dar el mundo nadie como él, ni defenderá las fronteras otro que se le pueda comparar.
Y así, con el recuerdo de al_Mansur, llegamos, casi sin darnos cuenta, y por la variante sencilla, rodeando el cerrete previo en vez de atacar su cumbre, hasta la atalaya, donde, tras breve parada, David se encarga, una vez más, de inmortalizar el evento haciendo la tradicional y consabida foto de familia.
Son ya muchas las veces que nos hemos acercado hasta este paraje de la atalaya, sin embargo, nunca nos cansaremos de disfrutar de las vistas del camino. Hacia el norte, destaca nuestro querido Quintanilla; ahora, en invierno, desprotegido, con los campos y los árboles desnudos, esperando nuevas floraciones. Desde la loma en que se asienta luce precioso y dominador del paisaje en se enclava.
Esta vez la convocatoria ha tenido éxito, pues a pesar de la ola de frío que venían pronosticando los cenizos, hemos superado la cuarentena de caminantes, andarines o paseantes, en un día de invierno sencillamente espectacular.
Desde la atalaya, ya todo en bajada, hasta Alcubilla del Marqués, donde estuvimos hace ahora un año, coincidiendo con los cazadores. Por cierto, que hoy, último día previo a la veda, también hemos encontrado algún escopetero por estos parajes; o mejor dicho, sus coches y jaulas mientras ellos pateaban en busca de la perdiz, la liebre o el conejo.
Y en Alcubilla, ¡sorpréndete!, hasta hemos pillado el bar abierto. No había nadie, ya que la media docena escasa de nativos se encontraba asistiendo a la misa dominical, de la que salían orgullosos con una foto del señor obispo.
Esto me ha traído a la memoria una adivinanza que proponer a nuestras adolescentes de hoy, Lucía y Celia:
Una cosa quisicosa de ovalada construcción Que todos los hombres tienen, pero las mujeres no. Y el obispo, como todos, tiene dos.
(id pensando, que no lo acertáis)
En Alcubilla, en la parada obligada por el tentempié, nos ha fallado hoy el caldo de Viña Pistolas, pero lo hemos compensado con el del pago de Morcuera y el clarete extraordinario de Viña Vaina.
Así que tras su degustación ponemos rumbo a Pedraja, donde hemos podido descubrir el desvío que han realizado en la carretera hacia La Rasa. A la salida, y tras atravesar el pueblo sin ver un alma, otro cazador, que lucía orgulloso una perdiz roja cobrada recientemente, los pies de La Pedriza.
Nos decantamos esta vez por dejar el camino fácil del río Duero, y elegimos subir por La Pedriza para recordar las tainas, hoy en desuso y prácticamente destruidas, y las construcciones para refugio y vigilancia de los campos. Tras un alto para deleitarnos del panorama y evocar la posibilidad del antiguo monasterio, convento o construcción de Valdelasdueñas, seguimos hasta el molino, no sin antes contemplar el colmenar de Fernando el boticario, que dejamos a la diestra.
En el Molino de los Ojos, y más concretamente en su restaurante, recientemente reabierto de nuevo por Eudaldo, el de Villávaro, y por su socio, hacemos parada y fonda. Tras las cervezas de rigor, un excelente plato de garbanzos con bacalao, seguido de una caldereta con la que rematar la jornada. Le siguen los cafés y licores, antes de regresar a casa por la orilla, ahora sí, del padre Duero, al que acompaña un silencio y claridad propios de la estación en la que nos encontramos; donde el invierno todo lo invade, donde se le puede respirar.
A la llegada a la población nos vamos dispersando:
Quien más quien menos, ha dado ya el primer paso importante para hacer de 2o17 un año senderista, en el que continuar disfrutando del alfoz.
Eduardo Bas.
22Ene2017
PD.- La solución a la adivinanza no es lo que –seguramente- estabas pensando, si no la letra “O” Una cosa quisicosa de ovalada construcción Que todos los hOmbres tienen, pero las mujeres no. Y el ObispO, como tOdOs, tiene dos.
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