Que la vida es un carnaval (Celia Cruz)
Nos dirigimos hoy a La Rasa, ese lugar que se supone fue del clero y que se desamortizó allá por el siglo XIX, convirtiéndose con sus más de 1.000 hectáreas en una de las fincas de mayor extensión de la provincia. Ese lugar en el que se estableció un importante nudo ferroviario de la línea Valladolid-Ariza, se dice que gracias a la negativa de los de El Burgo a llevarlo a su población por el miedo a que el ruido del ferrocarril espantase sus caballerías.
Hablamos del km 151,9 de los 254km de la vía concedida en 1882, y que estuvo operativa y en servicio desde su inauguración en 1895 hasta que se cerró a los viajeros en 1985 (para mercancías siguió un poco más, hasta 1994).
Es conocido que en esta estación de tren, especialmente indicada como punto para el cambio de máquinas y maquinistas, ejerció como guardagujas el padre del autor de “Confieso que he luchado”, Marcelino Camacho Abad, padre a su vez del sindicalismo español. Y al que los de Izquierda Unida, Partido Comunista y Comisiones Obreras hicieron el pasado otoño un homenaje en su pueblo de La Rasa, frente a la casilla del ferrocarril en que nació y que hoy es propiedad de su familia.
Al inicio del siglo XX aparece la Colonia Agrícola e Industrial del Duero para explotar la finca de La Rasa, con sus mil hectáreas pertenecientes a la viuda e hijos de la familia Rico Barrón, ligados a la burguesía vallisoletana que enloqueció en aquella época con el sueño azucarero. Y La Rasa cumplía los dos requisitos fundamentales: comunicación con el recién estrenado ferrocarril; y potencial regadío, pues se encuentra la finca rodeada por el Ucero y por el Duero, contando incluso con un canal entre ambos que atraviesa la finca, el canal de San Antonio, patrón que se celebra en La Rasa.
Así que ni cortos ni perezosos se pusieron a la tarea del cambio cultural que supone cambiar de secano a regadío, para intentar que la remolacha desplazase a la patata y el cereal cultivado hasta entonces en aquellas tierras.
Eran años de expansión y crecimiento pues el consumo de azúcar por habitante y año prácticamente se duplicó entre 1920 y 1930. Y claro, vinieron las necesidades de los “abantos”... la Rasa pasó de la Colonia Agrícola a la SIC (Sociedad Industrial Castellana), las encinas de la propia finca que inicialmente sirvieron para el funcionamiento de las calderas de la azucarera se tornaron insuficientes y hubo que adquirir los yacimientos de lignito (carbón) de Casarejos y Talveila. En estas, los de Azúcar Ebro llegaron a su techo con sus explotaciones en Aragón y comenzaron a comprar las acciones de la SIC en lo que hoy se conocería como una OPA hostil… y se diluyeron definitivamente los intereses regionales... bajó el precio del azúcar...
En 1936, año de infausto recuerdo, el general Franco pide ayuda a Mussolini y a Hittler para lograr sus propósitos. Y efectivamente, pronto La Rasa es testigo de esta petición, pues en sus terrenos se establece un aeródromo militar, entre los terrenos de la azucarera, cuya chimenea hubo que derruir para un más fácil despegue y aterrizaje de las aeronaves, y el río Duero, justo en el lugar que hoy ocupan los manzanos que vamos a visitar. En él aterrizan primero los efectivos aéreos de la Aviazione Legionaria Italiana y poco después los de la Legión Cóndor alemana. Allí en La Rasa se dieron cita, pues, bombarderos y cazas, italianos y alemanes, junto con baterías antiaéreas previstas para defenderse de potenciales ataques de la aviación republicana.
Aunque la mayoría de los que vinieron fueron repartidos por El Burgo, fundamentalmente los alemanes, todavía recuerdo a mi abuela Asunción contarme cómo tuvieron que acoger en casa, durante algunos meses, a un par de oficiales italianos destacados en La Rasa, y es que los italianos fueron mayoritariamente instalados en San Esteban.
Tras la guerra, la finca de la La Rasa siguió con su explotación agrícola remolachera y sufrió los avatares empresariales que le ha traído hasta aquí de la mano de NUFRI, quienes pretenden convertirla ahora en centro de excelencia en la producción de manzanas.
Pero dejemos los recuerdos y vayamos ya a La Rasa. Ha amanecido el día con bastante niebla pero con buena temperatura y enseguida los 40 caminantes nos dirigimos al camino del molino para acompañar al río Duero.
La madera húmeda de los primeros puentes, nos recuerda que hay que tener precaución, no sea que alguno se esbare y se nos esmorre. Y, claro!, no podemos empezar mejor la jornada que reivindicando nuestro lenguaje: esbarar, esbarizar, esmorrar, ...
Con estas disquisiciones, pronto, casi sin enterarnos, alcanzamos Pedraja de San Esteban, y desde aquí un camino hacia La Rasa, que sorpresivamente se nos corta en cuanto alcanzamos la finca que nos proponemos visitar. Y como hemos llegado antes que nuestro anfitrión, se decide dar cuenta del almuerzo en este cruce inhóspito que no nos ofrece ni cobijo ni sombra ni asiento, en estos páramos por los que sin duda circularon siglos ha, en tiempos de reconquista, árabes y cristianos.
Pero hete aquí que a mitad de la faena, en el medio del almuerzo, aparece nuestro guía, y nos vemos obligados a recoger con premura los bártulos, y comenzar la verdadera visita a la finca de La Rasa.
En primer lugar el río Duero, que circunda la finca, y del que se abastecen los manzanos que veremos luego. Otra vez más el río Duero, actor principal y silencioso sin el cual todo lo demás no tendrá sentido.
Nos acercamos a él para contemplar la presa de Ines y que da nombre al canal que luego irá hasta Langa, esa que dice Tomás que no es de Ines sino de Olmillos; y seguramente no le faltará razón, ya que parece que inicialmente se iba a realizar el canal desde más arriba, en Ines, pero que finalmente se realizó desde este punto que claramente está ubicado en Olmillos.
Sea como fuere desde aquí vamos viendo que el acuartelamiento realizado en la finca, dividiéndola en rectángulos de 500*300 metros; es decir en parcelas de 150 hectáreas cada una, sigue las pautas establecidas por los propietarios para una planificada explotación (hileras separadas 3,70m y con manzanos que distan 0,90m de sus vecinos), considerando además las distintas necesidades de las variedades de manzana seleccionadas.
Se trata de producir en Castilla, y más concretamente en este apartado lugar de Soria, manzanas de calidad para abastecer el mercado nacional. Loable propósito, no exento de inversión (sistema de riego, toldos, molinillos…) para luchar contra las inclemencias castellanas, y muy principalmente contra las heladas primaverales que suelen hacer su aparición sin avisar cuando menos te lo esperas.
Y de la calidad damos fe, pues Juan Carlos nos ofrece una barquilla de manzanas Golden a modo de compensación por el precipitado fin del almuerzo que habíamos sufrido previamente. Confiamos que la rentabilidad acompañe a la calidad del producto para que podamos continuar con este cultivo alternativo en estas tierras de El Cid y de Almanzor.
Vistos los manzanos, nos dirigimos después hacia las viñas, ya fuera de las lindes de la finca, proveedoras de uva para la bodega de San Esteban, en cuyo término municipal están ubicadas.
Y así nos enteramos que la Finca de La Rasa, que dispone de iglesia propia, y separada de la población de La Rasa, está en los términos de El Burgo y San Esteban. Y, oh!, casualidad, cosas del azar: la iglesia se sitúa en terreno municipal de El Burgo, mientras que el cine y el economato (bar), separados apenas 10 metros de la iglesia, pertenecen al término de San Esteban.
Son cosas del destino: el que nace lechón, muere cochino
Aunque nos vamos con la cosa de no haber visto el interior de las instalaciones ni la sede de La Finca, dejamos constancia de la amabilidad, dedicación e interés de nuestro guía de NUFRI, e inmortalizamos la jornada con una foto de familia en la iglesia de La Rasa, dedicada a San Antonio de Padua. Gracias Juan Carlos.
Continuamos la marcha, por la vía del ferrocarril, con la niebla levantando, y buscando ya con cierta ansia el destino de nuestras más perentorias necesidades. El camino se hace cuesta arriba, aparece el sol, empieza a sobrar la ropa, y comenzamos a sentir la imperiosa proximidad de esa cerveza que nos van a ofrecer en Alcubilla.
Todo llega. Cinco horas nos ha costado alcanzar Alcubilla del Marqués, donde nos espera Jaime, quien nos ha preparado la logística; así que las piernas inician un merecido reposo y los cuerpos se van relajando al recibir los besos del sol de enero castellano.
Estamos además en un pueblo al pie de un característico cabezo, portador de ondeante bandera, y que se complementa con las primeras bodegas de la denominación Ribera del Duero. En alguna de ellas han surgido chanzas bienintencionadas, como aquella que reza:
En Alcubilla del Marqués,
el que parece tonto lo es.
Mientras que en otras, en la de Los Monteros, se dice que se pusieron las bases, allá por los tiempos de transición, de la operación Galaxia, que desembocó en el famoso 23F. Quién sabe si como acto de rebeldía frente a los de La Rasa por haber dado cuna a Marcelino, o como añoranza de los tiempos del aeródromo de La Rasa. O quizá fuese tan sólo que estábamos, como ahora, cercanos a los tiempos de carnaval.
Sea como fuere, hay que decir que los de Alcubilla, nos acogieron con generosidad compartida con los cazadores que habían estado también de correría por el campo, y previa visita a la bodega, nos aprovisionaron de vino y porrón con el que acompañar nuestras viandas.
Es tiempo de pensar en los 6 u 8 kilómetros que nos separan todavía de casa, así que iniciamos el regreso, no sin antes parar en la figura del El Cid que han puesto los de Alcubilla en la entrada del pueblo, para hacer una última foto de la jornada.
En estas estábamos cuando se acerca el pescadero en su furgoneta, visita que nos recuerda aquello de que en Castilla “cuando el pescado entra en casa de un pobre, uno de los dos está malo”.
Con estas bufonadas recorremos el tramo final de esta Ruta de la Manzana hasta alcanzar de nuevo el origen, en un día en el que la distancia prevista se ha visto significativamente ampliada por la visita a la Finca de Nufri en La Rasa. Kilómetros de más que se soportan mejor pensando en la proximidad de los carnavales. Que los disfrutéis!!
Eduardo Bas
Enero 2016
Sin lugar a duda es una zona fascinante.
ResponderEliminarUn saludo
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