“Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante”
-dijo el gato de Alicia en el País de las Maravillas
Amanecemos el día de los Santos inocentes con una noticia que parece propia de dicho día, pues efectivamente todavía andábamos con la legaña pegada al ojo cuando nos acercamos al bar Alyjo a por un cafelito reconfortante, y, allí, se comenta, con cierto alboroto, que ha ardido, de madrugada, la fábrica de harinas.
Mientras algunos recuerdan que estamos a 28 de diciembre, otros van preguntando detalles del incendio que hacen ir tomándose el asunto más y más en serio, hasta llegar a asumir la desventura.
Tras constatar que no ha habido desgracias personales, y que el fuego se ha limitado a la propia fábrica y a los edificios industriales aledaños, respetando en todo momento la vivienda de la propia fábrica y las de los alrededores, quien más quien menos empieza a hacer sus comentarios interiorizando el evento que, sin duda, afecta indirectamente a todo el pueblo.
Y a pesar de que existe una cierta aquiescencia en la consideración de edificio impropio del centro de la población, y máxime en el siglo XXI, el consenso se hace unánime ante la posibilidad de la pérdida de un pequeño puñado de puestos de trabajo.
A partir de ahí, los hay que se ponen manos a la obra y ya empiezan a elaborar hipótesis sobre las causas del desastre, a elaborar informes no oficiales acerca del lamentable estado de las instalaciones, incluso los más atrevidos comienzan a rediseñar la curva de la carretera afectada, o a especular con esta o aquella actuación posterior.
Otros, los más sensatos y los de mayor mérito, se van incorporando a la noble tarea de tratar de poner fin a la pira. Entre ellos nuestros bomberos voluntarios de SanBur que se ven obligados a cancelar la marcha con nosotros para echar una mano a las tareas de apagado y desescombro. Gracias Alberto, Ángel y Miguel Ángel por vuestra generosidad.
Así, con estas noticias mañaneras, llega Jesús desde El Burgo, tras recoger allí a los colegas vecinos que se han apuntado hoy, y nos montamos al autobús desde el que al pasar vemos todavía el humeante y agujereado por el fuego tejado de uralita de la fábrica, para dirigirnos hacia Riofrío de Riaza, pues toca hoy recorrer tierras segovianas en esta denominada ruta social navideña.
Llevamos uno de los autobuses grandes de Vidal que nos deja a los pies de Riofrío, a unos 1300 metros sobre el nivel del mar. Es el pueblo de mayor altitud de toda la provincia de Segovia. Lo atravesamos ya a pie, sin encontrarnos un alma, y ponemos rumbo a la Ermita de Hontanares.
Aunque inicialmente fresco, el día es espléndido para nuestro propósito andarín, y, mientras caminamos por la senda que nos lleva a la ermita, se van notando los calores de la suave subida, y pronto empiezan a sobrar algunas de las capas de ropa con que nos habíamos enfundado.
Casi sin darnos cuenta y siempre rodeados de robles llegamos a la pradera, apetecible y mágica en tiempo primaveral, y que incluso hoy al solecito de diciembre se deja disfrutar. Y, aunque percibimos el olor de la madera quemada en alguna chimenea, nos encontramos el bar cerrado pero la ermita abierta, así que tras una visita rápida decidimos continuar antes de dar tiempo a que alguno empiece a sacar las viandas para el almuerzo.
Hay que recordar que las leyendas alrededor de esta Virgen de Hontanares son muchas y variadas. Aunque la más popular es la que nos remonta a los tiempos de los árabes, en la que los habitantes de estas tierras escondieron a su Virgen en alguna de las grutas del entorno, protegiéndola así de la invasión islámica. Fue descubierta siglos después, por un pastor como viene siendo tradición en toda leyenda, y venerada desde entonces por estos parajes.
Hontanar, lugar en el que abundan los manantiales, y Fontanar son palabras clave en estos montes y cerros, a partir de los cuales las leyendas hacen de las suyas para hacer brotar todo tipo de líquidos y aceites a los que la imaginación de nuestros antepasados conferían propiedades fantásticas y milagrosas.
Dicen que cerca del lugar donde apareció la Virgen los lugareños colocaron antaño una cruz con espejos para que se viese bien desde la distancia; cruz posteriormente reemplazada y modernizada.
Con el pensamiento en las leyendas continuamos hasta el mirador de Piedras Llanas, a poco más de un kilómetro de la ermita, desde el que podemos gozar de unas fastuosas vistas de Castilla.
En día claro, como el que tenemos la suerte de disfrutar hoy, podemos desde aquí sentir plenamente aquello de “ancha es Castilla”, y contemplar perfectamente cinco provincias: Madrid, Segovia, Guadalajara, Burgos y Soria; al norte la sierra de la Demanda y la de Urbión, la Cebollera soriana, más al este el Moncayo, y luego el Pico del Grado y Somosierra.
Es momento de reposar y deleitarse con el paisaje, de recrearse con Castilla, y hasta de almorzar. Y tanto es el gozo del lugar, de las viandas y de los caldos de Viña Pistolas y de Viña Vaina, entre otros, que nos venimos arriba y en lugar de comenzar el regreso hacia Riaza decidimos subir al pico de La Pradera que tenemos a la espalda, a pesar de que la apariencia no es exactamente compatible con lo que se denominaría una ruta social.
Efectivamente, con la andorga bien cargada, nos dirigimos finalmente a La Pradera. En la subida, puñetera y exigente, recordamos a Pilar; quien no nos ha acompañado hoy por aquello de los resfriados y los catarros, y que, sin duda, nos diría aquello de “pero no era esto una ruta social?”.
Y si extraordinaria era la vista desde el Mirador de Piedras Llanas, la panorámica desde aquí hoy justifica los sudores de la subida: más de una veintena de pueblos a nuestros pies, entre ellos por citar algunos: Martín Muñoz, Alquité, Becerril, Aldealázaro, Francos, Estebanvela, Valvieja, Madriguera –lugar donde dicen que hizo casa Juan Echanove y del que procede parte de la familia de nuestra Soledad quien se emociona y nos recuerda sus minas de caolín-, Ayllón…
Tanto es el éxtasis y el deleite que al volvernos hacia atrás y divisar la cruz que colocaron en el lugar donde apareció la Virgen de Hontanares, alguien propone seguir subiendo y… hasta allí que nos vamos, recordando al gato de Alicia en el País de las maravillas: “siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante”. Tras atravesar el collado de la Fuente, seguimos el ascenso hasta la Cruz de Hontanares para colocar la bandera SanBur.
No ha sido fácil superar la escarpada rampa, seguramente con los aproximadamente 500m de desnivel hemos reventado el carácter social de la ruta navideña, pero ha merecido la pena a pesar del difícil acceso que tiene la famosa cruz.
A partir de aquí, ahora sí, comenzamos la bajada, que nos devuelve a la Ermita de Hontanares, y esta vez con el bar abierto y el sol ya calentando un poquito. No queda otra por tanto que hacer parada reponedora, antes de continuar hasta Riaza para el fin de fiesta que nos tiene preparado Miguel en el Mesón Las Columnas, y donde esperamos a nuestros bomberos Miguel Ángel, Ángel y Alberto, que nos cuentan las peripecias de la extinción.
Alubiones de la granja, pollo guisado, postres, cafés, espirituosos, incluso alguna que otra partida de mus cierran esta jornada navideña, que a pesar de la evocación constante e inevitable del siniestro, ha resultado otra vez, gracias a nuestro Capitán, todo un evento para el recuerdo, con el que acabar el año.
Felices caminatas para todos, y por todos los caminos que se nos pongan por delante en 2017!!
Eduardo Bas.
28Dic2016