jueves, 31 de diciembre de 2015

San Esteban de Gormaz_El Burgo de Osma

La reconciliación es más bella que la victoria

Toca hoy, veintiocho de diciembre, día de los santos inocentes, y quiero suponer que sin segundas intenciones, honrar el artículo quinto del estatuto de SanBur, que reza –nunca mejor dicho lo de rezar tratándose de El Burgo- “Por el hermanamiento de dos pueblos históricamente enfrentados”.

Y el día amanece cálido, apacible, y sin las heladas de los días previos; por encima de los cinco grados, parece un día casi primaveral a no ser por el viento puñetero que en ocasiones se hace notar.

A eso de las 9 de la mañana van llegando macutos hasta la estación de autobuses. Más de una cuarentena se pone rumbo a la Atalaya, desde donde una vez más se entiende mejor la historia de SanBur y la de su mencionado artículo quinto, la historia de cuando éramos frontera y la de sus avatares pasando de mano en mano, como la falsa moneda.

Desde aquí divisamos, sin dificultad aunque el viento corte un tanto el ánimo, las atalayas de Uxama y de El Enebral, y a los nuevos les siguen sorprendiendo estas construcciones árabes, de defensa y de vigilancia, preludio de las garitas y de las guardias que hicieran algunos durante el servicio militar, no ha mucho tiempo, allá cuando todavía existía y era obligatorio, allá cuando todavía tocaba el acudir a filas y las quintas cobraban todo su sentido.

Y es que estos campos, los de Osma y los de San Esteban, han sido hermanos de sangre derramada en los tiempos de justicia natural, en los tiempos donde había que equilibrar la balanza, en los tiempos donde imperaba la venganza; pues desde el lado más cristiano de la contienda lucharon en bastantes ocasiones, por el siglo X, más de una veintena larga, contra un mismo enemigo, contra los de la media luna; quienes eran entonces superiores en muchas cosas a los que se resistían.

Así fue como El Burgo… de Osma, ya en el siglo XI_XII, y a través de un militar francés, luego religioso, el obispo San Pedro de Bourges, al que Alfonso VI le encargó la tarea, pudo nacer. Y es que El Burgo tuvo que esperar a la muerte de Almanzor, de al_Mansur billah, el victorioso por la gracia de Allah, aquel al que fueron incapaces de vencer oxomenses ni sanestebeños, y hasta se tuvieron que inventar una falsa derrota del general árabe en el cercano Calatañazor para reforzar así su identidad.

¿Quién no ha oído por estas tierras lo de: En Catalañazor, Almanzor perdió el tambor?. Tras las continuas victorias sobre los cristianos, había que inventarse un mantra para tranquilizar los espíritus, y así surgió esta mentira repetida de una inexistente batalla. La realidad es que la artritis gotosa del gran Almanzor es la que le hizo regresar de San Millán de la Cogolla, pasando por Calatañazor, quedándose finalmente en Medinaceli y sin alcanzar su Córdoba querida. Atrás quedaban las 60 campañas lanzadas contra los cristianos sin conocer la derrota; atrás también el saqueo de Barcelona y el de Santiago de Compostela. Ahí es nada!!.

Desde esas épocas de trajines de árabes, musulmanes y cristianos, que circulaban por los páramos que separan Gormaz de estas tierras, han pasado más de diez siglos, y ni unos han superado el cristianismo ni parece que los otros lo hayan hecho con el islam. Seguimos pues en las mismas o similares batallas y por parecidas razones, aunque lo hagamos, eso sí, con medios más modernos y sofisticados.

Cuánto mejor nos iría si apareciese algún nuevo Almanzor a repoblar estas tierras resecas por la sequía y por la falta de almas!!

Pero aunque lo intentemos olvidar, los caminos, los huertos, los canalizaciones, los adobes, las murallas de tapial, las atalayas… son del origen que son, demostrando así que el soriano, como el de cualquier otro lugar, no es una raza aria ni pura sino mezcla de mezclas voluntarias o forzadas y que han dado el resultado que han dado. Y aquí estamos.

Dejadme por tanto escuchar a mi amigo Alberto Manrique hablar del Almanzor ya moribundo:

"Habrá sido el misericordioso y didáctico Alá o el triste y simple azar el que me ha arrastrado hoy, en mi postrera batalla, a uno de los escenarios donde me inicié como guerrero. Durante estos veinticinco años no he olvidado los manantiales, ni la diminuta laguna donde abreva el riachuelo, ni la fresca chopera crecida al mor de la humedad donde reposé tras la victoria y donde se refugia hoy mi tullido cuerpo huyendo de la más dura canícula, descansando brevemente en esta penosa aceifa, en este último victorioso y definitivo viaje.

"Aquí, en este pequeño y ameno soto que fragmenta el espeso carrascal, mi querido general Galib, mi maestro Galib, el Galib que acabó con mi enemigo Al-Musafi, el que un año después se convertiría en mi suegro Galib, el que la envidia por mis éxitos políticos y militares acabó transformando en el traidor Galib poco tiempo más tarde, me aleccionaba analizando la toma de la muela fortificada por los cristianos. Habíamos conquistado La Mola con mi valor y su experiencia como indicaba su mirada complaciente y mi íntimo convencimiento de que yo, el mayordomo Muhammad Ibn Abi-Amir, me convertía irremisiblemente en el hachib al-Mansur bi-l-Lah.

Con estos recuerdos de alianzas y traiciones, tan propias en un bando como en el otro, nos internamos irremisiblemente en el que por este lado llamamos Monte de Quintanilla, y que se llega hasta Osma.

No sin antes acercamos a Las Chorreras, paraje natural donde la erosión ha dibujado caprichosamente en arcilla nuestro pequeño cañón del Colorado, nuestra pequeña ciudad Encantada de Quintanilla, nuestra pequeña vagina generadora de encinas.

Y mientras alcanzamos el punto donde recobrar fuerzas, entre los parajes de Pedazo de Guarro y de La Cagarruta, que ya son ganas de poner nombres escatológicos; mientras buscamos acomodo –decía-, para dar cuenta del almuerzo de la mochila de cada cual, mi amigo Julio me habla de La Mostaza, ese riachuelo, fenómeno natural, que hay que visitar en Valdanzuelo, allá por primavera. Y uno recuerda entonces cuando de joven se acercaba en bicicleta, que no mountain bike como se lleva ahora, a pescar cangrejos a Valdanzo; así que habrá que proponer a la junta directiva de SanBur una excursión por ese rincón provincial en cuanto se acabe el invierno.

Con algo de viento, algo más de vino, y con mucha armonía, degustamos el refrigerio en Las Chorreras antes de continuar el sendero, siempre entre encinas aunque salpicadas de alguna sabina, hasta llegar a Osma.

Y de aquí a El Burgo en un paso.

Entonces es cuando aparece el convento de El Carmen, dedicado a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, pero de tanta devoción en estas tierras del Ucero y del Abión. Y claro!, se nos vuelven a las mientes el Karmel o al-karmel, el jardín árabe; otra vez los árabes… ahora reaprovechados, reabsorbidos por los de las catedrales.

Hablando de catedrales hay que decir que dicen que uno del Burgo tuvo la osadía de llamar, en cierto tono despectivo, “tapia” al Castillo de San Esteban, - con razón, añado yo, no en lo despectivo sino en la denominación- y desde entonces se conoce en San Esteban a la preciosa torre de la catedral de El Burgo, como “el palomar” de los de El Burgo.

Estas y otras cosas parecidas son las que justifican el artículo quinto de los estatutos de SanBur, y aunque nos hubiese gustado una composición más equilibrada de miembros de una y otra parte, aquí queda el testimonio de lo que fue este día de hermanamiento en la plaza de la catedral, plaza que lo fue principal de la población, según nuestro guía de la jornada:

Tras la foto de familia sanburguense, disfrutamos de la villa episcopal, paseamos por los hermosos soportales de la villa, y tras escuchar la experiencias, no todas aleccionadoras ni alentadoras de Jesús en el Instituto, antigua Universidad de Santa Catalina, toca ir a deleitarse de una buena, armoniosa y excelente comida de hermandad en Tinto y Leña, y que hubiese sido redonda con un buen ribera.

Villancicos de postre, ilustrados con el tenor Pedro Muyo, y, como remate el cava, detalle de Elvira, que esta vez tenía motivo para celebrar. Nos alegramos por ella y deseamos que estos caminos nos sigan deparando momentos de encuentro y de confraternización.

Fin de año SanBur. Principiamos pues 2016. Salud compañeros!!

Eduardo Bas.
Diciembre 2015

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Belén Viviente 2015

20 de diciembre de 2015

Como cada año el domingo anterior a la Navidad, hacemos la tradicional subida y representación del Belén Viviente en la cima de la Muela de Urbión. La novedad esta vez ha sido la ausencia total de nieve durante todo el recorrido, hecho que no ocurría desde hace muchos años.

Es empresa imposible hablar cada año de la súbida al pico Urbión y pretender ser original, pues en cada ocasión la ruta es muy parecida a las anteriores y el objetivo es invariable: coronar el pico y representar nuestro característico Belén Viviente, esto es, con actores de carne y hueso, para seguidamente visitar al padre Duero en su nacimiento y bajar de nuevo al punto de partida. No obstante, allá vamos.

martes, 1 de diciembre de 2015

Garray_Los Rábanos

Hoy, los de SanBur, al río Duero a acompañarle bajan porque…

Sobre ti van los hombres y los cielos;
contigo, peregrina, va Castilla;
contigo van los surcos y los vuelos
(JGªN)

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Mediaba el mes de Noviembre. Era un hermoso día.

A fuer de ser sincero tengo que decir que Machado no hablaba de Noviembre, sino de Julio, y que no amaneció esta vez un día muy hermoso, pues lluvia y viento desagradables estuvieron a punto de estropear una jornada, que afortunadamente no impidió continuar a los intrépidos de SanBur con sus propósitos.

Mientras unos se acercaban en autobús desde San Esteban, otros pocos comenzaban su andadura desde Soria, por la calzada romana, hacía Garray, donde se encontrarían todos; donde otrora coincidieran numantinos y romanos, en sus afanes de defensa y de conquista.

Pero hemos venido hoy a caminar un rato con el Duero; ese Duero que dura, y que dura más que nosotros; ese Duero duradero, ese caudal que nace por encima de los 2.000 metros en la falda del Urbión, y que con sus 900 kilómetros se convierte en el tercer río de la península, tras el Tajo y el Ebro.

Hoy venimos a verle tras haber cogido los aportes del Ebrillos y del Revinuesa, y tras haber dejado atrás, en sus nombres y en sus señas de identidad, a Duruelo y a Salduero. Y lo hacemos en tierras de Numancia, donde el Duero acoge al Tera. Ya tenemos, pues, la contribución de Urbión, de Cebollera y de Oncala, ya tenemos los frutos de las sierras.

Y nos vamos con él, con el Duero, en un primer tramo en el que vamos de paseo, casi de la mano, y con el día ya sin peligro de lluvias ni de vientos. Algo de frío, eso sí, para recordar al cántabro Gerardo Diego, y convertirnos en

Los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras

Otros, más prosaicos, andan más pendientes de identificar los vados del Duero, por donde transitaron romanos, almorávides y cidianos en sus conquistas, y que les recuerdan al sanestebeño vado de Cascajar.

Así, escuchando y dialogando con Cervantes:

Duero gentil, que con torcidas vueltas,
humedeces gran parte de mi seno,…
… que prestes a mis ásperos lamentos
atento oído o que a escucharlos vengas

nos llegamos hasta los Arcos de San Juan, donde Julián el de Kantueso, nuestro guía de hoy, nos ilustra acerca de las 36 parroquias que tuviera Soria, y en particular por las que acabamos de pasar dedicadas a San Agustín el Viejo y a San Ginés. Y nos cuenta la repoblación de Soria, allá por el siglo XII, y el vasto y amplio románico que nos trajo… y nos habla también de la orden de los hospitalarios, la Soberana Orden militar y hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, más conocida como la Orden de Malta, fundada en Jerusalén en el siglo XI por comerciantes amalfitanos, y que por aquí se establecieron a lo largo del Duero para dejarnos este recuerdo, esta imagen indeleble de los arcos de San Juan, alarde también de multiculturalismo y de la arquitectura de la época.

Por cierto, que hablando con Agustín y de San Agustín me vino a las mientes aquello que no se nos debería olvidar nunca:

Conócete, acéptate, supérate!

Tras la cultura buscamos acomodo para el repostaje, y nos vamos hasta el Soto Playa, famoso islote soriano en el Duero al que antaño se podía llegar en andarivel; la maroma, decían, a la guía que conducía la barcaza que comunicaba ambas orillas.

Pero, el cierzo que sopla nos hace engullir el refrigerio con ansiedad, sin detenernos a contemplaciones, pues corta el aire cual cuchillo numantino, y se nos cuela, sin permiso, hasta dentro de las entrañas. Y es que todavía andan en obras en el bar-terraza de este entorno acogedor. Menos mal que mis colegas han traído algunos caldos de la Ribera con los que hacer pasar los bocadillos!, y tanto es así que quedo con el barberillo en que en la próxima salida la botella de vino correrá de mi cuenta.

Atacamos pues, algo más templados, la segunda parte de la jornada mientras vemos antes de llegar a San Saturio con los ojos de don Antonio como

álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vaís, mi corazón os lleva

y es que los de San Esteban también somos de los que pensamos que

mi corazón está donde ha nacido
no a la vida, al amor, cerca del Duero…

y con estas vamos abandonado Soria, no sin antes padecer los humores de la depuradora y disfrutando del paseo hasta esos Pajaritos en los que los gladiadores numantinos actuales se ejercitan en el noble arte del balompié.

Así nos adentramos en la verdadera etapa de hoy, disfrutando de una poco o nada habitual visión de Soria, serpenteando curvas de ballesta, subiendo y bajando por las orillas del Duero en lo que alguno califica de rompepiernas; de ese Duero que “cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla”.

Nos asomamos a Valhondo y, entre líquenes, que no sabemos si son signo de pureza o de enfermedad de las encinas, vemos a sus buitres que vienen a recibirnos, esos buitres de ala ancha, marrones, majestuosos, parte del enorme paisaje castellano. Y, ya llegando a Los Rábanos, nos asomamos a los miradores, y lo que vemos es sencillamente espectacular.

Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor a romero, tomillo, salvia, espliego.

El Duero dibujando curvas, encontrando caminos, abriendo vías de escape, discutiendo consigo mismo sobre si dirigirse al Mediterraneo o al Atlántico, en disputa interior, en su propia guerra; ese Duero que, aquí más que nunca está, como muchos de nosotros, en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas; ese Duero que nos invita a hacer lo que amamos o a amar lo que hacemos. No hay otra alternativa, nos susurra. Recordadlo.

Y así alcanzamos Los Rábanos; algunos ya con ganas de llegar y devorar esa cerveza reparadora. Allí, en el bar del pueblo nos acoge esta otra orden de Malta, que nos deleita con unas alubias y otras viandas que, junto con las imágenes captadas, van reposando tranquilamente en nuestros ánimos.

Algún guiñote, algún mús, algunos chupitos antes de que el autobús nos devuelva de un día que amenazaba lluvia, pero que finalmente nos respetó aunque que con frío y, sobretodo, que nos dejó esta otra imagen única e irrepetible de nuestro Duero.

Dejadme por tanto que me despida con un poema poco conocido, pues Rosa, nuestra SanBurguense asturiana, ha hecho que acuda hoy hasta mí mente el poeta asturiano José García Nieto con el abríamos estas notas.

Se trata de un poeta “del régimen” y seguramente por ello menos valorado, de esas derechas que parecen ahora estar en descomposición. Sea como fuere analizó en profundidad a Gerardo Diego y su obra, a Antonio Machado y la suya… así que en esta ocasión os dejo, me despido, con este bello poema de título cogido prestado a don Antonio:

A ORILLAS DEL DUERO

En esta orilla donde, niño, sientes
tú más claro nacer, tu origen frío,
la nevada caricia de tus fuentes,
ancha vena de España, mi alto río,
tu clara voz en mi garganta quiere
tu propio corazón, dentro del mío.
Rondas de pinos traen de tu venero
un santo y seña de oro castellano
a los álamos verdes de Salduero;
a las tierras de un día de verano
traes tu brazo de amor que va creciendo,
soñándose en el mar su abierta mano,
y vas nubes y estrellas repitiendo,
alegrando la sombra en la arboleda,
la tierra dulcemente dividiendo.
Cuando todo es silencio en Soria, queda
tu sangre rumorosa entre los hielos
que bajas desde Urbión a Covaleda.
Sobre ti van los hombres y los cielos;
contigo, peregrina, va Castilla;
contigo van los surcos y los vuelos.
Si pájaros anidan en tu orilla,
brazos hay que levantan su morada
con paredes jugosas de tu arcilla.
Duero de la montaña y la llanada,
Duero de la oración y del sosiego,
Duero de la alta voz precipitada,
en esta vecindad mi alma te entrego,
y a tus ojos de luz madrugadora
doy mi pobre mirar, mi paso ciego.
Yo sé que con la antorcha de una aurora,
mayor de edad y en puertas lusitanas
te han de besar las torres de Zamora.
Ya no llaman a guerra tus campanas;
tu espada, que otro tiempo dividía
a las gentes en moras y cristianas,
hoy es bajo este sol del mediodía
una lengua que lleva mansamente
por Castilla y León su melodía,
un cristal renovado y permanente
donde la tierra sin cesar se asoma,
donde se entrega sin dudar la fuente…
A Urbión le cubre un pecho de paloma;
deshecho en ti se vuelve mensajero,
y al mar diciendo va, de loma en loma,
que en hombros del amor se acerca el Duero.

Eduardo Bas.
21Nov2015