Hablamos sobre la última ruta del año, la (muy) tradicional ruta navideña que hacemos coincidir siempre con el día de San Esteban; recorrimos esta vez el tramo de GR-86 desde Retortillo de Soria a Tiermes, en la sierra de Pela al sur de la provincia de Soria, donde los rebollos y roquedos de arenisca roja dominan el paisaje y los majestuosos buitres leonados vigilan desde las alturas.
36 andarines (no está mal el número para el día después de Navidad) empezamos la ruta en Retortillo de Soria a eso de las 9:40h rodeados de una niebla espesa. Pero como dice el refrán, mañana de niebla, tarde de paseo. Afortunadamente para nosotros la nieba se disipó mucho antes, con lo cual podemos decir aquello de:
día perfecto para la práctica del senderismo, meteorológicamente hablando.
Nadie del Burgo de Osma nos acompañó esta vez, cosa que no había ocurrido hasta ahora, con lo que este año por desgracia no hemos brindado como corresponde por el artículo 5 de los estatutos de Sanbur.
La ruta la calificamos de moderadamente exigente (no es la típica ruta social, apta para todo el mundo) por la larga distancia, cerca de los 22km, y por el terreno abrupto y algo rompepiernas.
La puerta del antiguo recinto amurallado del pueblo, flanqueada por sus dos torres, nos pareció un sitio adecuado para hacer una foto del grupo. Tras la foto comenzamos nuestras "andanzas", saliendo del pueblo por una pista en dirección oeste, dejando la ermita de la Virgen del Prado a nuestra derecha. Poco después pasamos al lado del camping y para seguir, donde muere la pista, la carretera local que conduce al pueblo de castro. Evitamos el asfalto caminando por las praderas que se extienden a la derecha.
Avanzamos entre masas tupidas de rebollos, el arbusto que domina la región. Tras salvar un pequeño collado, al rato la senda avanza pegada a la izquierda de un roquedo de arenisca roja, donde vimos varias antiguas majadas levantadas aprovechando los huecos en la roca (el conocido como paraje de Los Peñazos). Un buitre levantó el vuelo sorprendido por nuestra presencia. Seguimos atravesando otro bosquecillo de rebollos y al poco rato una pista se cruzó en nuestro camino. Nos incorporamos a esta girando a la izquierda, y unos minutos más tarde, tras tomar una curva pronunciada a derechas, entrábamos a Castro, llamativo pueblo de casas de piedra tradicionales y muy bien conservado, que se extiende a la sombra de grandes paredones de arenisca. Atravesamos el pueblo y subimos a la loma donde se asienta, junto a una gran cruz, la ermita de Santa Maria (10:50h). Hay buenas vistas de la sierra de Pela desde aquí.
De vuelta a Castro decidimos almorzar (11:00h). 20 minutos después aproximadamente continuamos la marcha tomando un camino que nace a la derecha de la carretera, justo a la salida del pueblo. Al rato un cartel en una encrucijada del camino nos indicó la dirección correcta hacia Valvenedizo y Losana.
Continuamos la marcha enlazando varios caminos y veredas, cruzamos un pequeño arroyo, hasta llegar a una zona de grandes rocas donde giramos a nuestra izquierda (11:40h). Nos adentramos en un bosquecillo de rebollos y poco más tarde en una alameda poblada de arbustos; atravesamos y vadeamos el arroyo de la Tejera y salimos luego a una zona abierta de prados, roquedos y varias majadas. Poco después entramos en el pueblo de Valvenedizo por su parte alta (11:55h).
Breve parada en Valvenedizo para reagrupar a los rezagados y seguimos por la carretera que conduce a Losana, que abandonamos por la izquierda justo al salir del pueblo. La senda aquí discurre a la izquierda de un largo roquedo, que luego se confunde entre varias veredas hechas por el ganado. Atravesamos una gran zona rocosa surcada por un arrollo bastante profundo con varias pozas y tras una pequeña subida, seguimos campo a través hasta cruzarnos con un camino de rodadura que al poco va a dar a la carretera. Tras un kilómetro caminando por la carretera llegamos a Losana (12:30h).
A la salida de Losana, al lado del cementerio, se hizo necesaria otra larga parada esperar a los que venían más lentos. Desde aquí la ruta baja hasta una depresión surcada por un arrollo, para más tarde subir poco a poco por una zona de monte donde el camino se confunde a ratos (suerte de señales de GR). Al rato nos incorporamos a la pista que entra a Peralejo de los Escuderos por el este (13:00h).
Salimos de Peralejo de los Escuderos en dirección oeste para afrontar una larga subida (se hizo larga, ciertamente), que se cruza arriba con la pista que une Campisábalos y el despoblado de Manzanares, en un collado cerca del Alto del Cerro, en el punto más alto de la ruta. Nueva parada para reagrupar a la banda (13:25h).
Desde el collado, atajamos campo a traves unos metros hasta encontrar de nuevo la pista camino de Manzanares. En este tramo la pista describe una amplia curva. Vemos a la distancia, a la derecha, unos altos paredones de piedra rojiza, donde bandadas de buitres se calientan al sol de mediodía o despeguan y aterrizan de las terrazas de roca. Entramos al pueblo de Manzanares, abandonado desde hace décadas y con todas las casas prácticamente derruidas, suerte de la que no se libra ni siquiera su iglesia, que conserva poco más que su espadaña.
Atravesamos el despoblado y continuamos por la pista, siempre en paralelo al río Tiermes, andando a buen ritmo por terreno cómodo (apremiados un poco por la hora, pues fuimos algo relajados durante la primera mitad de la ruta). La pista cruza una explotación ganadera (14:20h). Ya veíamos al fondo la ermita de Tiermes y aligeramos nuestros pasos al intuir el final de la ruta.
Llegamos por fin al hotel-restaurante de Tiermes, donde Evaristo, maestro compañero de Ana y Vidal en San Esteban, y habitual de estas rutas, nos esperaba paciente. Trae en coche con remolque donde "aparcamos" las mochilas hasta la tarde. Tras descansar el tiempo necesario, refrescarnos y estirar los músculos, entramos al restaurante para "recuperar" los líquidos perdidos a base de cerveza fresca.
En seguida nos sentamos a la mesa para devorar un gustoso y muy apetecible potaje de alubiones, plato inmejorable para volver a ganar las calorías gastadas. La comida transcurrió como siempre en un ambiente de alegría y camaradería. Y tras saciar el hambre y la sed, llegaron los "obligatorios" villancicos; timidamente al principio, aunque al rato ya los cantábamos uno detrás de otro, colando algún chiste entre medio. A ninguno nos darán trabajo en un orfeón, pero no será por falta de ganas. Los cánticos navideños fueron el perfecto colofón a otro estupendo día en el monte, en todos los sentidos.
Nota final (I): ahí va un apunte cultural para hacer mención del espectacular Belén que monta la familia de Jose Luis Montón (a la sazón miembros de Sanbur) y que exhiben estos días para disfrute de todos los que quieran visitarlo (que contraste con los que montamos las cuatro figuras con luces de colores y yá). Lo recomendamos desde aquí encarecidamente.
Nota final (II): no puedo desaprovechar la ocasión para desear un feliz 2015 a los lectores de este blog, a los miembros de Sanbur y allegados y a todos los apasionados por la montaña y el aire libre.
¡Buen año montañero a todos!
¡De nuevo aquello de... muy bueno "escribidor"!
ResponderEliminarNos vemos...