viernes, 4 de mayo de 2012

"Más allá de los Siete Ojos"

Por las profundidades del Cañón del río Lobos.

23 de Abril de 2012

  • Caminantes: 24.
  • Kilómetros andados: 23.
  • Tiempo total: 6 horas aproximadamente (contando paradas).
  • Pasos:
    • Salida: Aparcamiento de Valdecea, entre el nacimiento del Río Ucero y la Ermita de San Bartolomé, 8h 45min hora local.
    • por el Puente de los Siete Ojos a las 10h 50min. Almuerzo
    • Llegada: Hontoria del Pinar. 14h 40min.

Durante años incontables el río Lobos ha esculpido pacientemente en la roca caliza paredes imponentes de extrañas formas, que atemorizan y atraen por igual al visitante que se aventura en su interior. El cañón que dibuja, es uno de los espectáculos más singulares que cualquier mortal tendrá la suerte de ver en su breve existencia.

Sin duda es un lugar mágico. Su influjo atrajo hace siglos a los monjes-guerreros de la orden del Temple. Construyeron aquí la Ermita de San Bartolomé para sus ritos esotéricos justo donde el caballo de Santiago, tras saltar desde uno de los riscos, clavó sus cascos dejando grabada su huella en la roca. Se sabe que la Ermita está a la misma distancia a este y oeste de los puntos más extremos de la península. Antes que ellos otros moradores de estas tierras probablemente utilizaron la cueva junto a la Ermita para sus ritos religiosos. El lugar está cargado de misterios sin duda.

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Y una vez más, pues el Cañón es lugar conocido para nosotros, nos decidimos a recorrer tan imponente catedral de la naturaleza. Pero esta vez era distinta a ocasiones anteriores, íbamos a adentrarnos en territorio ignoto: nunca nos aventuramos más lejos del viaducto de siete arcos. Jaḿas fuimos más allá de los Siete Ojos.

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En la mañana del día 23 de Abril de 2012, a 15 minutos de llegar la hora novena, nuestro transporte nos dejó en la pradera de Valdecea. Eramos 24 caminantes. Comenzamos nuestro viaje con buen ánimo a pesar de que el día amaneció gris. Un viento helador del norte nos helaba los corazones. A los pocos minutos de empezar pasamos al lado de la Ermita y continuamos nuestro camino río arriba. No había un alma en los alrededores. Tan solo los buitres desde lo alto vigilaban nuestro avance.

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Un rato después alcanzamos el cruce de caminos que permite continuar por la ruta hasta Casarejos o seguir por la senda del río. Nuestro destino nos empujaba a elegir la segunda opción. Continuamos junto al cauce del Lobos, que llevaba menos agua que en ocasiones anteriores. Esta circunstancia era ventajosa pues, como bien sabe el que ha andado este camino, el río se cruza varias veces y no hay puente alguno que facilite el tránsito, sino que se pasa por unas piedras resbaladizas -debido a que son pisadas con frecuencia- que hay que saltar con precaución. Cuando están secas el paso es menos complicado pero si el río baja crecido hay que extremar el cuidado. Así continuamos avanzando entre los paredones de piedra que nos protegían del molesto viento. Al rato los grandes riscos fueron perdiendo altura y el cañón se abrió. Estabamos llegando al puente de los Siete Ojos. Más adelante nos esperaba lo desconocido.

Atravesamos el puente e inmediatamente paramos para descansar y almorzar. Era la hora decimoprimera de la mañana. La comida y el vino de nuestra tierra nos dieron ánimos renovados para continuar nuestro camino....

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Otra vez el cañón se volvía a cerrar apareciendo de nuevo enormes riscos de piedra. Se veían un buen número de buitres en las cornisas de roca, a nuestra izquierda. La vegetación era más variada: además del pino negral, se veían ahora sabinas, quejigos y también encinas y pequeños enebros. Un rato después paramos para reunir de nuevo al grupo. Un arrebato comunero se apodera de nosotros y cantamos a viva voz el famoso poema Castilla, canto de Esperanza, que sirvió para espantar nuestros miedos y también a cualquier animal a 5 km a la redonda.

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Y así seguimos por el cauce del río que tuvimos que cruzarr de nuevo saltando por unas enormes piedras. Más tarde este aparecía seco no ofreciendo ninguna dificultad para atravesarlo. Río arriba algunos pinos adquirían unas formas extrañamente retorcidas.

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Algo más extraño ocurrió más adelante: el cauce, seco como he dicho desde hacía varios kilómetros, volvía a recuperar su caudal, ya cerca de Hontoria del Pinar. Las aguas se precipitaban por un sumidero para aflorar de nuevo a la superfície más abajo. Este fenomeno que ocurría en el río principal era el característico de la zona denominada de Las Raideras, donde el agua desaparece hacía el interior de la meseta calcárea para volver a la superfície más abajo, en épocas de lluvia.

Continuamos nuestra marcha a pasamos por la zona conocida como el Apretadero, por ser uno de los puntos más cerrados del Cañón, especial por ser un lugar de conservación de aves amenazadas. Un poco más arriba nos encontramos en la margen derecha del río con una reconstrucción de un chozo de resineros. Y unos pocos kilómetros después el cañón se abrió definitivamente y la anterior vegetación desapareció para dar paso a los chopos y otros arboles propios de las riberas. Estabamos a pocos minutos de llegar a Hontoria del Pinar y en vez de continuar por el camino más directo, dimos un rodeo por la hoz que trazaba el Lobos entrando al pueblo por el sur, con la iglesia parroquial de la Asunción a nuestra izquierda. El tramo desde el puente de los Siete Ojos hasta aquí se extendía una longitud de unos 12 kilómetros y medio.

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Y de este modo alcanzamos el final de nuestro camino, llegando a la parte última del Cañón del Río Lobos como nos habíamos prometido al comienzo de nuestra aventura; entramos al primer bar de Hontoria con el que nos topamos, cerca de la carretera. Allí pudimos descansar nuestros castigados pies, aplacar nuestra sed con unas refrescantes cervezas y comer tranquilamente mientras esperábamos el autobús que nos llevaría de nuevo de vuelta a casa.

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2 comentarios :

  1. ¡¡¡Cojonudo... impresionante radacción y muy bien documentada, un aplauso a los cronistas oficiales David Alonso (zona San) y Jesús de Blas (zona Bur)!!!

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  2. Muchas gracias, de parte de los dos implicados.

    El placer es nuestro. Disfrutamos escribiendo las andanzas de Sanbur.

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